martes, 27 de julio de 2010

El 82% móvil y la OIT

Nota publicada en el Buenos Aires Económico
http://www.elargentino.com/nota-100281-El-82-movil-y-la-OIT.html
por Luis Roa integrante de Abogados por la Justicia Social

Hablar del 82% móvil es atravesar lugares comunes. Como en una enorme ensalada, se mezclan sentidos y saberes más propios de la mitología urbana que técnicos, jurídicos y políticos que tengan que ver con la construcción de un sistema de la seguridad social. En este escenario surgen como hitos de referencia la vieja ley 14.499 y la experiencia comparada de otros países.


Deteniéndose pues en este último, el sutil encanto por los tratados internacionales, como soporte normativo de entidad superior; es allí donde interesa saber qué piensa la OIT sobre el tema y qué tan lejos estamos de los estándares internacionales

La protección de las contingencias sociales está en el centro del mandato de la OIT, y en todos los instrumentos disponibles –como los convenios 102 y 128–, surge un gran principio consagrado enfáticamente: la universalidad de los derechos. Así se fijan lineamientos para garantizar la suficiencia financiera y evitar que el peso de la financiación recaiga sobre alguna de las partes, a la vez que se prevé que la inversión de reservas produzca efectos positivos en el desarrollo económico nacional.

lunes, 26 de julio de 2010

Verdad y Demagogia del 82 % móvil

por Gabriela Molina integrante de AJUS

En 1960 los argentinos gozábamos del derecho a una jubilación compuesta por el 82 % del salario, tal derecho nos era conferido por la ley Nº 14.449. A partir de 1968 comienzan las sucesivas reformas legales que fueron sistemáticamente deteriorando los haberes jubilatorios. Con la sanción de la ley Nº 18.037 de ese año, se fija un régimen por el cual, las personas al momento de jubilarse (a los 60 o 65 años según se trate de una mujer o de un varón) percibían un 70 %, que se vería incrementado hasta el 78 % transcurridos los tres (3) primeros años y el 82 % luego de pasados los primeros cinco (5) años de la edad jubilatoria. Por otra parte, dicha ley implementaba un sistema de movilidad de los haberes en consonancia con la variación del nivel general de las remuneraciones de los trabajadores activos. Con esta ley se sigue manteniendo el 82 % pero sólo para aquellos que excedan en cinco (5) años la edad de jubilarse, no obstante la movilidad de haberes que implementaba era favorable para los jubilados.

martes, 20 de julio de 2010

Acerca de la confrontación y el consenso

por Pablo Favara integrante de AJUS

Mucho se habla del método que tiene nuestro gobierno de hacer política. Se critica su estilo de “confrontación constante”. Miles de palabras dichas y escritas, desde los principales medios (monopólicos) de comunicación, intentan convencernos (casi exageradamente) que se deben buscar consensos y quieren ponernos sobre alerta del peligro que conlleva el hábito de confrontar permanentemente. Ante tantas explicaciones intentadas, me surgen inevitablemente algunos interrogantes; que entienden estos sabios periodistas por confrontar y por consensuar? Cual es el miedo que tienen a la confrontación? ¿Cual es el verdadero beneficio de consensuar?


La Real Academia Española define el término confrontar como “Comparar una cosa con otra”, y entre sus sinónimos se encuentran términos como “enfrentar, cotejar, examinar”; De esta definición de la palabra y sus similares se entiende a ciencia cierta el miedo y la preocupación que produce esta forma de hacer política en aquellos sectores que han dominado por siempre los destinos de este país. Hacia rato que estos señores no sentían inquietudes en su status quo.

Creyeron que con la muerte de Evita primero; el bombardeo a Plaza de Mayo, la persecución y proscripción del peronismo luego; la muerte de nuestro amado líder mas tarde; y por último el nefasto período nacido el 24 de marzo de 1976 y culminado el 25 de mayo de 2003 era suficiente para que nada hiciera tambalear su modelo de país. Pero se equivocaron, y lo saben, subestimaron a ese pueblo que habían subyugado a fuerza de violencia y miedo, subestimaron a su juventud (y su eterna rebeldía), y hoy están preocupados, temen y apelan a todos los métodos posibles para hacernos entender que confrontar es peligroso y nocivo para la sociedad. Nos quieren convencer que debemos consensuar en pos de la pacificación del país.

Ahora bien, cual es el peligro de comparar dos modelos de país? Cual es el problema que existe en cotejar cual de los dos modelos proporciona mayor acceso a la educación, justicia y salud, cual de los dos modelos se encarga de incluir a aquellos que más lo necesitan?


lunes, 19 de julio de 2010

La independencia e imparcialidad del Banco Nacional de Datos Genéticos

Nota publicada en el Buenos Aires Económico
http://www.elargentino.com/Content.aspx?Id=99243
por Hernán García integrante de Abogados por la Justicia Social (AJUS)


El cuestionamiento a la imparcialidad e independencia del Banco Nacional de Datos Genéticos (BNDG) a raíz de los estudios de ADN de Marcela y Felipe Noble Herrera impone la necesidad de examinar objetivamente su creación y desempeño. El BNDG es un organismo autónomo y autárquico dentro de la órbita del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva de Argentina, que funciona en el Servicio de Inmunología del Hospital General de Agudos Carlos G. Durand, de alto prestigio científico a nivel internacional, y dependiente del Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Su objeto es garantizar la obtención, almacenamiento y análisis de la información genética que sea necesaria como prueba para el esclarecimiento de delitos de lesa humanidad.

miércoles, 14 de julio de 2010

Matrimonio Igualitario. El proyecto amplia el concepto de ciudadanía

Nota publicada el 14/07/2010 en Buenos Aires Económico
http://www.elargentino.com/nota-98637-El-proyecto-amplia-el-concepto-de-ciudadania.html


Distintas presentaciones, que en los últimos tiempos han buscado en la Justicia la tutela del derecho al matrimonio y la familia que una interpretación literal y dogmática de nuestro Código Civil intenta negar, sostienen que todas las personas gozan del mismo derecho a contraer matrimonio.

Se esgrime también que el Estado debe abstenerse de interferir en la libre decisión de los contrayentes que desean por mutuo acuerdo someterse a la legislación marital, mientras se respeten las normas de orden público que establecen los impedimentos taxativos descriptos en el artículo 166 del Código Civil (el incesto, la bigamia, etcétera). Es decir, el?matrimonio puede ser reglamentado por las leyes en tanto no violen las pautas constitucionales de libertad e igualdad.

Y esto es así en tanto la institución matrimonial sea correctamente interpretada a la luz del artículo 16 de nuestra Constitución que consagra la igualdad ante la ley. En consecuencia resulta una vulneración al derecho la regulación que impide elegir libremente a la persona con la cual celebrar la unión conyugal basada en una discriminación de trato sustentada en la opción sexual de los contrayentes, lo que constituye un ataque directo a la institución “familia”, protegida integralmente por el artículo 14 bis de la Constitución Nacional.

Sin embargo, estos argumentos de absoluta racionalidad y aplicación jurídica, hasta el momento de escribir estas líneas, no han sido capaces de abrir las puertas del derecho más que a una escasa decena de familias constituidas por parejas cuya identidad no es heterosexual, y esto es porque la regulación de un matrimonio igualitario objetivamente es un problema jurídico y constitucional, pero esencial y materialmente es un problema político.

Establecer una legislación que consagre el matrimonio igualitario no significa otra cosa que ampliar el concepto de ciudadanía, así como lo hizo la Ley Sáenz Peña en 1912, la ley de voto femenino en 1947 o, más atrás en el tiempo, la libertad de vientres decretada por la Asamblea de 1813.

Y es por esto que quienes ejercen hoy la representación popular en el Congreso Nacional deberán rendir cuentas a la historia sobre las posiciones asumidas. Pero, más allá de esto, en la coyuntura que nos plantea el presente, los legisladores no sólo deberán responder por sus votos, sino que deberán explicar y hacerse cargo de aquellas decisiones que implicaron que el matrimonio igualitario llegue al recinto del Senado como “despacho de minoría”, y el por qué quienes conformaron la “mayoría” circunstancial conocida como “grupo A” eligieron colocar a una integrante del Opus Dei en la presidencia de la Comisión de Legislación General, poniendo en riesgo de esta manera la posibilidad de sanción legislativa.

No nos cabe duda alguna que consagrar el matrimonio igualitario es ampliar el concepto de ciudadanía y ensanchar los límites de la democracia, por eso hoy, los integrantes del Senado de la Nación tienen una cita con la historia. ¿Estarán a la altura de las circunstancias para que reine en el pueblo el amor y la igualdad?

Lisandro Teszkiewicz integrante de Abogados por la Justicia Social

lunes, 12 de julio de 2010

Presentación ante el Juzgado Nº 2 en lo Contencioso Administrativo y Tributario Nº 2

La Asociación Abogados por la Justicia Social (AJuS) se presentó este jueves 8 de julio ante el Juzgado Nº 2 en lo Contencioso Administrativo y Tributario de esta Ciudad Autónoma de Buenos Aires, a cargo del Dr. Roberto Andrés Gallardo, como tercero interesado ante el incumplimiento por parte del Gobierno de esta Ciudad de la manda judicial que, con fecha 11 de octubre de 2008, ordenó la limpieza y saneamiento del Barrio Villa 20 (Villa Lugano).

En su oportunidad, la Justicia de la Ciudad de Buenos Aires ordenó al Gobierno que: “arbitre las medidas necesarias a fin de garantizar a quienes se encuentran viviendo en Villa 20 la recolección periódica de los residuos –sea en forma directa o a través de las empresas que  correspondan; que disponga un contenedor por cuadra para contener los residuos domésticos; y proceda a efectuar una limpieza completa de las calles interiores y de toda Villa 20”; medida que no fue cumplida hasta la fecha.

La Asociación de abogados, destacó la grave afectación del Derecho a la Salud de los vecinos, y recalcó que "la situación de suciedad general en el barrio ocasiona numerosas enfermedades a los habitantes que allí residen, especialmente a los niños que sufren diversas afecciones en la piel, diarrea e infecciones”; escenario que implica, tanto por la magnitud como por la irreversibilidad de sus consecuencias, la imperiosa necesidad de que se tomen medidas concretas, urgentes y definitivas.

LA SELECCIÓN NACIONAL: UN NUEVO PRETEXTO PARA LA AUTODENIGRACIÓN

Por Pablo F. González Táboas


Cualquiera que en estos últimos días haya visitado oficinas públicas, frecuentado bares de Buenos Aires, caminado calles céntricas pobladas de trajeados profesionales o entablado diálogos circunstanciales con vecinos, tacheros y demás exponentes de ese variopinto pero homogéneo bloque que damos en llamar, con amplitud, sectores medios urbanos capitalinos, habrá podido comprobar, hasta el hartazgo, la persistencia, en muchos, de un mismo menú tonto y plañidero –demasiado parecido en su música al estridente y cansador golpeteo de las cacerolas- de comentarios ramplones, superficiales y, por sobre todas las cosas, autodenigratorios acerca del desempeño de la selección nacional en este campeonato mundial.

Ni bien terminó el partido con Alemania que nos dejó afuera, el sábado pasado, omitiendo deliberadamente lo azarosos y caprichosos que pueden ser los resultados en fútbol –sobre todo, en una etapa eliminatoria de mundial-, comenzaron las críticas destempladas e implacables sobre el mal desempeño argentino. En los días siguientes, en un in crescendo que ya anunciaba ensañamiento, las críticas fueron incrementándose y arreciando en un regodeo quejumbroso que ahora empezaba a extenderse a la descalificación integral del equipo: “viste, al final, el único partido con un rival serio y perdemos por goleada”. Y entonces la impugnación a todo lo logrado: “a Méjico le ganamos por el primer gol mal cobrado; si no, no sé lo que pasaba, eh”. Luego vino el partido de semifinales de Uruguay y, con su desempeño –digno de celebración, pero no particularmente envidiable-, las consabidas y forzadas loas a la uruguayidad en detrimento de Maradona y la idiosincracia argentina: “los uruguayos sí que perdieron con dignidad” –dando a entender que nosotros lo hicimos de manera humillante-, “ahhh, la garra charrúa” –sugiriendo una actitud medrosa de los nuestros-, “qué señoooor Tabarez… un caballero!” –queriendo significar, claramente, que Maradona, siempre altanero y dueño de algún exabrupto, no lo es-. Al fin, llegó el triunfo de España sobre Alemania por un ajustado 1-0 en el otro partido de las semis, y una nueva oportunidad para la autodenostación: “che, Alemania no es nada del otro mundo, es que ahora se enfrentó con España que juega bien en serio” –obviando que los alemanes no jugaron ni la quinta parte de lo que jugaron con nosotros y que España jugó su mejor partido en lo que va del mundial-. Todo, por supuesto, matizado por el chistecito fácil, presto al rebaje falaz y antojadizo de todo cuanto oliera a selección argentina, siempre rematado con la risita tonta y pusilánime (al ponderarse tal o cual cualidad de algún delantero del campeonato, el infaltable: “igualito que, Messi, je, jeee”).

Por supuesto que nadie de este micro-universo social zonzo y colonizado –que expresa a, y es a la vez expresado por, los medios hegemónicos-, atinó a matizar con un poco de amor propio o, al menos, algo de objetividad, tanto encarnizamiento. Para el tilingo promedio, para sus aspiraciones truncas mechadas con un no sé que de complejo de inferioridad, no importaron ninguno de los muchísimos gestos de grandeza y dignidad que mostró nuestro técnico, los jugadores y una parte significativa de la hinchada argentina. No importaron los lindos momentos de fútbol-poesía que tuvimos en los primeros cuatro partidos. No importaron los 10 goles a favor con sólo 2 en contra que acumulamos, marcando récord, en esos cuatro encuentros. No importó la generosa y arriesgada apuesta a un fútbol, “bien argentino”, ofensivo y vistoso. No importó el gol mítico de Palermo, ni el golazo de Tevez a los mejicanos, que tanto emocionaron a la audiencia. Tampoco importó la mística y amor por la camiseta que Maradona, sin precedentes, infundió a los jugadores y reafirmó en el hincha argentino. No importó, ay, el cuidado afectuoso y paternal que él, Diego, prodigó a “sus muchachos” desafiando la lógica cruel de un mundo deshumanizado y competitivo que los trata como mercancía. No importó el entusiasmo virginal, la vivacidad juvenil y la lucidez atrevida que nos ofreció en cada una de sus más que atractivas conferencias, ni tampoco la hidalguía con que, en la última de todas, se despidió, con la garganta anudada y conteniendo el llanto para no dar el gusto a los que ya gozaban con la caída, asumiendo él solo toda la derrota y liberando de responsabilidad a sus jugadores. Ni siquiera importó, ¡qué mala fe!, que contra toda previsión, una enorme multitud fuera a recibir a la selección a Ezeiza en reconocimiento a la garra puesta pese a la inesperada y fuerte derrota. –exactamente al revés de ingleses, italianos y brasileros que fueron a insultar y abuchear a los suyos-. No, nada de todo eso importó… Importó, sí, al efecto de la queja estéril, la comisión de supuestos errores tácticos –“porque Maradona no eeees técnico”-, en verdad discutibles y surgidos al calor de quien arriesga y busca. E importaron, fundamentalmente, al sólo efecto de la prédica autodenigratoria, los exabruptos de Maradona –“típicamente argentinos y que tan mal nos hacen quedar en el mundo”-, en este caso muy aislados y casi siempre inevitable correlato del orgullo autoafirmativo.

 
La cuestión, es evidente, excede largamente las efervescencias de la pasión futbolera o los rigores de la argumentación técnico-analítica de una performance. Hay algo en todo este humor percibido y constatado en una parte de nuestra sociedad, que clama desde el fondo del ser social con la fuerza del síntoma y que, por tanto, merece atención. Es que en cada una de las intervenciones y comentarios que ilustran el fenómeno, subyace implacable la misma lógica ordenadora: utilizar todo dato e información disponible en contra de nosotros mismos, de nuestras características culturales y de nuestro temperamento como pueblo –en este caso, expresado exacerbadamente por Maradona-. Se trate del tópico de que se trate, todo, absolutamente todo, viene bien para el vapuleo de lo propio. Los demás países, sean ricos o pobres, industriales o agrarios, por una razón u otra, en la comparación, siempre son mejores que el nuestro en sus atributos colectivos y su conformación cultural. Todos, invariablemente, son más honestos, más laboriosos, más educados, más esforzados, más ganadores pero menos triunfalistas. Lo resume bien el opinólogo sesudo que de tanto en tanto les aflora y que, dejando por un momento de lado el rezongo instintivo e irracional, hace el esfuerzo intelectual de explicitar el concepto central que sustenta su cosmovisión –sí, intenta esbozar una-. Entonces, con ímpetu moralizante más propio de la ética protestante que de la épica hispanoamericana, redunda sobre los viejos vicios heredados de la cruza indigeno-española. Y pasa la lista que nos define como paternalistas y autoritarios, improvisados y desprolijos, intolerantes y altaneros, corruptos y oportunistas, y claro, haraganes. Al fin, el burgués puesto a filósofo pasa a la ponderación del temperamento previsor, metódico y laborioso de los europeos, y, en el colmo del forzamiento de las categorías, acaba cansándonos con las aburridas alabanzas a la austeridad, corrección y buena educación de los vecinos chilenos y uruguayos. No le gustan, no, los gestos heroicos, magnánimos y altruistas que de tanto en tanto la América mestiza nos regala. Mucho menos le gustan la arrogancia, insolencia y altanería con que aquéllos suelen venir recubiertos en su vitalidad apasionada y plebeya. No le gustan. Lo asustan. El caos vital y creador que resulta, dice, es barbarie inconducente. Prefiere la mesura y entonces, desestimando por no cuantificable y objetivable el valor Justicia en sentido sustancial, se inclina por una ética de las buenas formas y los contrapesos de una institucionalidad hueca. Por eso, en estos días, ni un solo reconocimiento a Maradona y la crítica descarnada a todo lo que, pegado a él, pudiera oler a patria real.

Y una última implicancia. Como este sentimiento antinacional y toda su economía de la autodenigración son un rasgo definitorio de la vida cultural argentina, a partir del cual se explican muchas de sus frustraciones colectivas, lógicamente, además de en el fútbol, se expresa con particular vigor, y muchas veces trágicamente, en la política. Por eso, este tipo de embestidas, con su menú de autodenigraciones, las hemos verificado tantas veces en el transcurso de nuestra historia política y las volvemos a verificar últimamente a propósito de la gestión del actual gobierno nacional, en la medida que, imbuido él de ese tinte que llaman populista y estatista, vino a reactualizar ese nudo problemático originario. Y es que es cierto que los Kirchner y Maradona conforman hoy una misma identidad. Y no lo digo tanto en el sentido acotado de una alianza ocasional de intereses, como tampoco en el más permanente de una coincidencia ideológico-política. Lo digo, más ampliamente, en el sentido más profundo y subyacente de un sentimiento visceral compartido en el plano de lo simbólico-cultural, que tiene que ver con su posicionamiento frente a lo argentino. Un sentimiento que es anterior a toda definición racional, ideológica o doctrinaria, pero que siendo anterior está en la base y da sentido a ella. Porque lo que, en efecto, en uno y otro resalta, si se quiere en forma caótica, aún imprecisa, no siempre bien canalizada, impetuosa y desordenada a veces, es una renovada actitud de amor propio, de orgullo del propio valer, de reivindicación de lo nuestro frente a lo europeo civilizado, asentada siempre en una base tácita de aceptación de lo que somos con todas nuestras grandezas y miserias. Uno y otro, a los tumbos, con altibajos y muchas contradicciones, expresan precisamente eso: vocación por recorrer un camino propio a partir de nuestras propias potencias creadoras. Los Kirchner: planteando una política de unidad continental de gesto soberano y apostando a una economía social atada a las necesidades de los compatriotas. Maradona, nuestro querido Diego: infundiendo amor por la camiseta y recuperando un fútbol argentino “que vuelva a sus raíces” –como explicitó en su última conferencia-. De ahí que ambos compartan el mismo perfil de opositores y despierten la misma clase de rencores y odios. Porque lo que en el fondo sigue dividiendo aguas es el mismo dilema originario e irresuelto de “civilización o barbarie”, de patria abstracta –construida sobre el ideal blanco, europeo y decimonónico- o patria real –dada en su complejidad y riqueza mestiza-.

Así presentadas las cosas, no me dejan alternativa. Mientras el desacuerdo se dé en estos términos tan raigales y el clivaje subyacente sea: autoafirmación/autodenigración, la gestión de los Kirchner en el gobierno nacional y la de Maradona en el seleccionado de fútbol serán para mí irreprochables más allá de sus debilidades o equivocaciones circunstanciales. Mientras el debate de ideas no sea sobre la base de un sentimiento común de amor propio, de reconocimiento a nuestros orígenes y voluntad de iniciar ese camino propio al que está llamada toda nación digna, me encontrarán poco dispuesto a profundizar en la discusión coyuntural, sea técnica o ideológica, que, entiendo, viene necesariamente sobre esa base y lógicamente después. Mientras no vea que esto ocurra y ande campeando ahí por lo bajo ese complejo de inferioridad que impide sentir y pensar por nosotros mismos, me negaré a la crítica meticulosa de la gestión del Gobierno y a discutir las cualidades técnicas de Maradona como DT.